sábado, 29 de agosto de 2009

DON GATO Y SU PANDILLA

DON GATO Y SU PANDILLA
Por Jorge Hardmeier


Un diario íntimo. 5 de abril de 1997
Allen Ginsberg murió esta mañana, en paz, sin dolor. Tenía razón. Cuando los médicos dijeron dos – cuatro meses, él dijo: “Creo que menos”
29 de abril: En este instante, 5.04 PM experimento un vívido sentimiento. La presencia de Allen. Afuera, entre las hojas. Lo veo con claridad. Está tocando en un instrumento desconocido una especie de balada cowboy.
“¿Estás consciente, Allen?”
“Sí, pero apenas”
Fría y breve respiración.
“Entra, por favor, Allen… triste y vacío aquí. ¿Qué hay allí, Allen?”
“Tu nunca amaste a nadie salvo a tus gatos, tu Ruski y Spooner y Calico… “
Allen murió el 5 de abril, 1997.

El que escribió estas palabras en su diario, el que experimentó una viva presencia de su amigo muerto y amaba a los gatos pues no están atrapados, como los humanos, en las telarañas virósicas del Poder es William Burroughs. Su cuerpo perdió vida poco tiempo después, el 2 de agosto de 1997.

Ese diario íntimo es un registro de los últimos años de vida terrestre de Burroughs. Años transcurridos en una cabaña de Kansas. Rosales en el porche. Un letrero en la puerta: Hay gatos en el interior de la vivienda, en caso de emergencia deben ser salva-dos. Desayuno frugal y metadona. Tragos. Una ronda por los alrededores de la casa pis-tola a la cintura. Más tragos hasta la cena con amigos, temprano. A las nueve de la no-che, a la cama.

La gracia me llegó en forma de gato.

Se habían conocido, Burroughs y Ginsberg, en 1946. Universidad de Columbia. Tam-bién andaba por allí Jack Kerouac. La santísima trinidad de lo que luego se conocería como el grupo beat. Beatíficos castigados que buscaban el ritmo, el pulso. Aullidos en el camino. Burroughs fue el gran maestre de la masonería beat. Levantaba el dedo y el grupo acudía ante él. Remitirse a “En el camino” de Kerouac.

México. Década del cincuenta. Para huir se debe buscar. Burroughs proyecta escapar del mecanismo de control de las drogas y parte en pos de la Banisteriopsis Caape. Pro-blemas en el desarrollo del juego Guillermo Tell junto a su esposa Joan. La bala dispa-rada por la Star del 38 manipulada por Burroughs, eximio tirador, se aloja entre ceja y ceja de la mujer. Un error de cálculo. Aún no se ha determinado qué llevaba sobre su cabeza Joan, de no ser ese objeto una manzana, como en el mito: ¿un vaso?, ¿una lata?, ¿el hijo de ambos? Nada, tal vez.

Me vi forzado a extraer la espantosa conclusión de que nunca me habría convertido en escritor de no ser por la muerte de Joan, y a comprender la magnitud hasta la cual tal evento ha motivado y formulado mis escritos. Vivo con la constante amenaza de la po-sesión, y una constante necesidad de escapar de la posesión, del Control. Entonces la muerte de Joan me puso en contacto con el invasor, el Espíritu Feo, y me llevó a una vida de lucha en la que no tuve otra elección que abrirme camino escribiendo.

En 1993, el amante de los gatos es invitado a formar parte de la Academy and Institute of Arts and Letters. Veinte años atrás decían que mi único lugar era la cárcel y ahora me dicen que pertenezco a su club. No los escuché entonces, no voy a escucharlos aho-ra, puntualizó Williams Burroughs y se dispuso a grabar unos temas con Sonic Youth y John Cale. Escuchar “Dead city Radio”: la voz metálica, extraterrena de William Bu-rrouhgs.

Una especie de agente secreto extraterrestre a la espera de que sus órdenes fueran con-venientemente decodificadas. No hay gatos policías.

Gracias por el pavo salvaje y las palomas pasajeras destinadas a convertirse en mierda en las sanas tripas americanas. Gracias por un continente para saquear y envenenar.

Yo no tengo problemas con las drogas, tengo problemas con la policía, o algo por el estilo dijo Keith Richard. El autor de “El almuerzo desnudo”, Burroughs, tenía proble-mas con la policía planetaria, el Sistema de Control. Sociedad disciplinaria. Largo ca-mino el de las drogas. Para huir se debe buscar. Huir de la heroína, de las drogas del control. Buscar: Banisteriopsis Caape, ayahuasca. La droga como un sistema de control, el modelo de los sistemas de control que entregan al hombre al poder policíaco - hospi-talario. El poder no combate el “flagelo de la droga”: lo utiliza para generar dependen-cia y, por lo tanto mayor control. Ciertas drogas adictivas esclavizan y entregan al sujeto al sistema policíaco de salud de la Sociedad de Control, otras matan para que los agen-tes policiales no deban accionar sus gatillos: es sabido, salvo que sea imprescindible se debe evitar el derramamiento de sangre.

Para huir hay que buscar: Burroughs proyecta una alternativa a sus adicciones, espe-cialmente la heroína, en la Banisteriopsis Caape, ayahuasca, yagé, planta alucinógena utilizada por los indios amazónicos y sus chamanes. Buscar Otro para huir de Eso.

Ayahuasca es un preparado vegetal, “una planta psicointegradora". Algunos la llaman "planta maestra" porque, entre otras cosas, habría formado parte de la dieta de los pri-meros homínidos, disparando la consciencia y el lenguaje humanos. En la actualidad, estas plantas siguen rodeadas por un aura de "fruto prohibido". Por un lado, las legisla-ciones del Poder -acostumbradas a ignorar tradiciones y hábitos culturales de las mino-rías- las consideran drogas alucinógenas. Más allá de que nada debe estar prohibido, existe un consenso de que no son sustancias que propicien la adicción y cuyo consumo se encontraría más relacionado con la búsqueda de la salud o de "la verdad": su ingesta se propone como un viaje interior, un puente al autoconocimiento y el despertar de la conciencia.

El virus del poder se manifiesta a sí mismo de muchas maneras. En la construcción de armas nucleares, en prácticamente todos los sistemas existentes que procuran anular la libertad interior, es decir, controlarla. Se manifiesta en la extrema sordidez de la vida diaria en los países occidentales. Se manifiesta en la fealdad y la vulgaridad que vemos en las personas y se manifiesta, por supuesto, en las enfermedades causadas por el vi-rus. Por otra parte, los que resisten están en todas partes, pertenecen a todas las razas y naciones.

“Cartas del yagé” es una recopilación de la correspondencia entre Allen Ginsberg y Wi-lliam Burroughs referida a sus experiencias con la ayahuasca. Frente a mí, una sobria y bella edición: Ediciones Signos. Buenos Aires. 1971.

Gracias por los indios, que proporcionaron un módico peligro y desafío, gracias por las vastas manadas de bisontes para matar y desollar y dejar pudrir.

Ya luego de estas cartas pero antes del diario íntimo. Fines de los años cincuenta: el pintor Brion Gysin corta una tela con vistas a montarla en un bastidor. Presiona la nava-ja más de la cuenta. El hueco generado en la tela configura una ventana que deja leer las noticias de los diarios que protegían la mesa sobre la cual trabajaba. Una noticia nueva ya vieja. Noticias de ayer. El pintor compartía esa pieza de pensión de la Rue Git – le coeur con Burroughs. Se había inventado el sistema cut – up. La primera reacción del amante de los gatos: Cualquiera que tenga un par de tijeras puede ser poeta.

Los módicos peligros que genera la Sociedad Planetaria de Control: indios, narcotráfico, terrorismo.

Su figura era tan tenue que su presencia en la habitación era incierta.

El método cut – up como preanuncio del detourment de Guy Debord (tomar elementos estéticos pre existentes y utilizarlos en un nuevo contexto para la producción de uno nuevo: dichos elementos pueden y deben modificar su sentido), el zapping, el video clip y el cortar y pegar del Word.

Gracias por un sueño americano para poder vulgarizar y falsificar hasta que la mentira desnuda brille al trasluz. Gracias por el Ku-Klux-Klan y los sheriffs que hacen una muesca en sus armas por cada negro muerto.

“Cartas del yagé”, esa búsqueda para huir de aquello, finaliza con un texto de Burrouhgs utilizando la técnica cut – up: Pájaros devoradores de cerebros patrullan las ondas encefálicas de baja frecuencia…

Para huir se debe buscar.

¿Cómo se pueden estudiar esos fenómenos si se nos prohíbe escribir o pensar sobre ellos? (…) Es un fenómeno totalmente desconocido y la ignorancia se la debemos a la prohibición de escribir e investigar.

El libro de Burroughs “El almuerzo desnudo” sufre un juicio por obscenidad. Declara Ginsberg: El libro menciona muchas veces, también, la adicción al poder y al control de las personas y sobre todo, el control sexual (…) Están los Fácticos, que están en contra del estado de control y represión del futuro. Son los que adoptan una posición más decididamente anti – Estado. Burroughs mismo se considera Fáctico y es de los más radicales.

Gracias por los stickers Mate un puto en nombre de Cristo.

En su libro “El puente de la selva” el invisible escritor B. Traven narra la desaparición de un niño en el río. La tribu indígena con la cual el protagonista convive busca deses-peradamente el cuerpo de ese niño. Utilizando ciertos poderes, finalmente, hallan el cuerpo, ya muerto, en el fondo del río. Yagé.

En Sudamérica, en la cabecera del Amazonas, crece una planta llamada yagé que su-puestamente aumenta la capacidad telepática.

En busca del yagé, ayahuasca: planta a la que se le otorgan virtudes de agudización de los sentidos y de los poderes telepáticos y que los curanderos indios utilizaban para hallar objetos o personas perdidas.

Me utilizo a mí mismo como punto referencial con el que medir tendencias presentes y futuras. No es megalomanía. Soy, simplemente, el único artefacto de medición del que dispongo.

Poder rizomático, Sistema Planetario de Control que se expande como un virus. Es un virus. El mismo lenguaje un virus que ha infectado a los seres humanos para ser someti-dos.

¿Viene conmigo, Mister?... “Están clavando los clavos de mi ataúd”

En “Cartas del yagé” William Burroughs narra su búsqueda de la ayahuasca en ciertos lugares de la selva amazónica. La correspondencia se inicia el 15 de enero de 1953. Pa-namá. Tres instantáneas de recuerdo de la ciudad de Panamá. ¿Viene conmigo Mister? El atardecer sobre las carnes desnudas del muchacho. ¿Me estoy muriendo Mister?

Ayahuasca es el nombre quechua de una enredadera que según los indios shipibo signi-fica “La soga del ahorcado”. También es llamada “Enredadera del alma”. Los indios hacen con ella una decocción utilizando el tallo machacado y agregándole hojas de “Chacruna”. Estos dos vegetales se hierven durante un día. Los indígenas conocen el efecto psicoactivo de la ayahuasca desde tres mil años antes de Cristo.

Para huir hay que buscar. Universidad de Bogotá. El amante de los gatos se entrevista con un tal doctor Schindler. Una muestra seca de la planta trepadora: Conseguí colores, pero no visiones, narra su experiencia el doctor.

La primera vez que la ayahuasca hace su efecto siempre va acompañada de vómitos y diarreas: los chamanes llaman a esto “descargar”. Suponen que la planta se encuentra, en el interior de la persona, con presencias que considera indeseables: una suerte, enton-ces, de liberación.

El Poder Planetario. Afiche del Partido Conservador: llama a los ciudadanos a cooperar con la policía y los militares. Es vuestro deber abandonar la guerrilla, trabajar, saber cuál es vuestro lugar y escuchar al cura. ¡Qué mentiras tan viejas! Como si trataran de vender el puente de Brooklyn.

No hay nada que temer. Vaya adelante. Mire. Escuche. Oiga. ¿Tu conciencia ayahuas-ca es más válida que la “conciencia normal?” ¿La conciencia normal de quién? ¿Para que volver a ella?

Para huir hay que buscar.

Pasto, Colombia. El poder y el sistema de control anidan en todas partes. La búsqueda de la planta maestra y de muchachos se complica. Burroughs escribe a Ginsberg: Estoy en camino de regreso a Bogotá sin haber logrado nada. He sido estafado por brujos (el más incurable borracho, haragán y mentiroso de la aldea es invariablemente el médi-co) encarcelado, engañado por el vivillo local (yo creía que me estaba conquistando el culo de un ingenuo provincianito, pero el chico se había acostado ya con seis petrole-ros norteamericanos, un botánico suizo, un etnógrafo holandés, un padre capuchino conocido en el lugar como “La madre superiora”, un trotskista boliviano fugitivo y lo habían cojido en conjunto la Comisión del Cacao y el Punto Cuatro)

Puerto Limón. Un indio consigue una planta de yagé para Burroughs. No quiere prepa-rarlo: eso es monopolio del brujo. Poder. Ya frente al brujo, el amante de los gatos le regala medio litro de aguardiente y se queda con la mitad de la planta. Medio litro de infusión. Efecto escaso. Esa noche tuve un sueño muy vivido en colores de la selva ver-de y la roja puesta del sol que había visto a la tarde. Una ciudad que era una mezcla que me era familiar pero que no podía localizar. Cuando se toma yagé se ve una ciu-dad. En parte era Nueva York, en parte México y en parte Lima, ciudad ésta que para ese entonces no había visto.

Nada es verdad, todo está permitido. ESCUCHAD MIS ÚLTIMAS PALABRAS TODOS LOS MUNDOS. ESCUCHAD TODOS VOSOTROS JUNTAS SINDICATOS Y GO-BIERNOS DE LA TIERRA. Y VOSOTROS PODERES DEL PODER.

De Bogotá a Macoa. Finca de un agradable alemán. Diez kilos de ayahuasca para el amante de los gatos. Cita con el brujo local.

¿QUÉ OS HA ASUSTADO HACIENDO QUE ENTREÍS EN EL TIEMPO? ¿EN EL CUERPO? ¿EN LA MIERDA? OS LO DIRÉ. LA PALABRA, VUESTRA PALABRA. VUESTRO PRINCIPIO FUE LA PALABRA. ASUSTÓ A VOSOTROS TODOS Y OS HIZO ENTRAR EN LA MIERDA PARA SIEMPRE

El lenguaje es un virus. Cortar y pegar. En el comienzo fue el verbo. Para huir hay que buscar. Contagio.

Gracias por el SIDA de laboratorio. Gracias por la ley Seca y la guerra contra las dro-gas.

Líquido oleoso y fosforescente. Un trago. No es bastante, necesito más. Vértigo y náu-seas. Luces azules. Capas de algodón. Larvas. Vómitos. Depuración.

En el Putumayo los indios cortan la planta en trozos de veinte centímetros y usan unos cinco trozos por persona. Los trozos son machacados con una piedra y hervidos con un puñado doble de hojas de otra planta, (…) y se deja hervir la mezcla todo el día con una pequeña cantidad de agua hasta que el líquido quede reducido a unos sesenta gra-mos. El amante de los gatos decide probar el yagé con otro método de preparación, el utilizado por los indios de Vaupés: Con el indio empezamos a raspar la corteza con los machetes (…) El brujo de Macoa me dijo que si una mujer es testigo de la preparación, el yagé se echa a perder en seguida y quien lo bebe se envenena o por lo menos se vuel-ve loco. La vieja historia de las mujeres impuras y en ciertas circunstancias, venenosas (…) La infusión en agua fría es de un color rojo claro. Esa noche bebí un litro de la infusión en el lapso de una hora. A excepción de las luces azules y de unas ligeras náu-seas que no llegaron al vómito, el efecto fue semejante al de la marihuana. Una vívida imaginería mental, efectos afrodisíacos, bobería y risas.

TODOS FUERA DEL TIEMPO Y EL ESPACIO.

Para huir hay que buscar. Burroughs no está conforme con sus experiencias con el yagé y se traslada a la selva peruana. Ardua búsqueda de muchachos.

La homosexualidad es una potencialidad humana.

1960. Escribe Allen Ginsberg. Burroughs recibe esa correspondencia. Allen busca el gran ser como busca reciclarse en heterosexual. Pucallpa, Perú. Toma ayahuasca: empe-cé a ver o sentir lo que me pareció el Gran Ser o algún sentido de Eso, que se aproxi-maba a mi mente con una gran vagina húmeda. Otra toma: elevación. Todo el Cosmos enloquece. La presencia de la Muerte.

NADIE QUE ESTÉ CUERDO PODRÍA CONFIAR EN “EL UNIVERSO”

Me sentía como una serpiente vomitando el universo o un jíbaro con tocado de colmi-llos que vomitara al comprender el Asesinato del Universo.

Vomitar. Desembarazarse de la posesión. La posesión es la amenaza. La posesión del control.

No quería buscar refugio rechazándolo como una ilusión porque era demasiado real y familiar, en especial como ensayo del Último Minuto de la Muerte.

Una especie de balada cowboy. Entra amigo, ven. ¿Estás consciente? Entra, está frío y triste y vacío aquí. Para huir hay que buscar. El gato ha partido.

Me fui a casa a la luz de la luna con el gordo Ramón, quien dijo cuanto más uno se satura con ayahuasca más hondo se llega, se visita la luna, se ve a los muertos, a Dios, se ve a los Espíritus de los Árboles, etc.

Un recuerdo de la muerte. Entra. No hay nada que temer. El toldo se agita. Panamá. La putrefacción de la muerte. Para huir hay que buscar. Toma las cartas. Sal del espacio, del tiempo, de la palabra. Londres, 1960. Corta el papel a lo largo de las líneas. Vuélve-la a armar colocando la sección uno junto a la sección tres y la sección dos junto a la cuatro. Léela entonces en voz alta y oirás mi voz. ¿La voz de quién?

Gracias por una nación de buchones.

Hablar es mentir y vivir es colaborar. Huir de la posesión. Control. Para buscar hay que huir.

Yo no puedo elegir sino oír. No pienses sobre ello. No teorices. Ensaya. Haz lo mismo con tus poemas. Con cualquier poema cualquier prosa. Ensáyalo. Quieres “ayuda”. Aquí está. Recoge de allí.

La escritura silenciosa la escritura del espacio. Entra. Amo a los gatos. Está vacío. Entra amigo, el gato se ha ido.

CONFIESO QUE HE BEBIDO

Por Jorge Hardmeier

Pues la realidad es extraordinariamente superior a cualquier relato, a cualquier fábula, a cualquier divinidad, a cualquier superrealidad. No se necesita más que el genio de saber interpretarla. (Antonin Artaud)

UNO

Una fotografía recuerda un hecho que es susceptible de ser olvidado. Si cierta fotografía es manipulada, nos enfrentamos a un intento para que ese olvido, efectivamente, se produzca. En noviembre de 1927, León Trotsky es expulsado del Comité Central del Partido Comunista y en 1929 es expulsado de la Unión Soviética. A partir de ese momento, el stalinismo comienza un trabajo de desaparición de la imagen de Trotsky. Su figura, su imagen se desvanece, mediante las técnicas de aquella época, de todos los registros fotográficos. En una de ellas, Lenin, en la Plaza Roja de Moscú, pronuncia un discurso ante el Ejército Rojo. Trotsky, la imagen de Trotsky, aparece de pie en una escalinata. Luego de 1927, aparecerá reemplazado por cinco escalones. La desaparición de Trotsky como imagen, de algún modo, preanuncia la desaparición de su cuerpo, cuando un agente de Stalin lo asesina en México, en 1940.

El stalinismo, tanto como el nazismo y el fascismo, fueron el adelanto vulgar, el inicio burdo y brutal de una época totalitaria que actualmente utiliza otros medios de manipulación más sutiles y hábilmente se autolegitima mediante la falacia electoral.

Aquella manipulación de las imágenes practicada por los regimenes totalitarios fue el comienzo de lo que Guy Debord denominará La Sociedad del Espectáculo: las imágenes existentes no demuestran sino las mentiras existentes.

Guy Debord no murió en 1994, al menos para el ámbito intelectual argentino. Fue un acto de justicia. La sociedad actual, ganada por el espectáculo, sostiene que lo que se muestra es real y lo que no se muestra no existe, así como lo bueno aparece y lo que aparece es, sin dudas, bueno. No hubo registros ni informes sobre el suicidio de Debord en los medios argentinos, por lo tanto aún vive, en tanto es debidamente notificado el fallecimiento de tantos pensadores rebeldes autóctonos cobijados en los ghettos universitarios.

Estamos en un momento exasperado de lo que Debord denominó la sociedad del espectáculo. Todo lo que antes se vivía directamente se aleja ahora en una representación, escribió Debord en su libro publicado en 1967. La realidad ha sido sustituida por su imagen. Nunca antes una sociedad se había vinculado, como la nuestra, a través de las imágenes. Ya no existe la vivencia, la experimentación. Internet, Facebook, chat, conversaciones a través de diversos blogs, fotologs, msn, sms, etc. Ya no existe el intercambio vivencial: la separación ha sido consumada. Creemos estar comunicados todo el tiempo y es la situación histórica de mayor separación. El espectáculo no es un conjunto de imágenes sino una relación social entre personas mediatizada a través de imágenes.

El espectáculo es una afirmación de la no – vida: toda vida es simple apariencia. La realidad ha sido sustituida por su imagen pero, paradójicamente, en este proceso la imagen se convierte en la realidad he influye en las realidades de las diversas vidas individuales. Lo que aparece, lo visible en el espectáculo no es un reflejo del conjunto de la sociedad sino una estructuración de imágenes conforme a los intereses de una parte de la sociedad que presenta lo que muestra como la totalidad. Esa estructuración de imágenes ejerce un efecto sobre la actividad social de los espectadores de esas imágenes. El espectador no vive, sólo contempla. La alienación del espectador en beneficio del objeto contemplado (…) se expresa así: cuanto más contempla, menos vive, cuanto más acepta reconocerse en las imágenes dominantes de necesidad menos comprende su propia existencia y sus propios deseos. El control sobre los cuerpos, tan caro a los regimenes despóticos, ha sido reemplazado por la manipulación de las imágenes, cuyo burdo comienzo fueron los totalitarismos de comienzos del siglo XX, como en el caso de la manipulación de la foto de Trotsky. Ahora, en los regímenes pseudo democráticos, tal violencia no es necesaria: el fragmento de la sociedad dominante imparte órdenes a través de las imágenes en una comunicación unilateral.

En su primera película, “Aullidos a favor de Sade”, la voz de Debord anuncia: el espectador, privado de todo, a partir de ahora será privado de imágenes. La película se estructura de la siguiente manera: fondo negro: silencio, pantalla en blanco: una serie de diálogos entre cinco personas, entre ellas Debord.

En su película “In girum imus nocte et consumimur igni”, Guy Debord anuncia, desde el inicio que no hará concesiones al público, porque este público enteramente privado de libertad y que lo ha aguantado todo, merece menos que ninguno ser tratado con miramientos.

Debord es implacable: en una sociedad en la cual se regulan opiniones a partir de las imágenes, los espectadores, unos asalariados pobres que se creen propietarios, unos ignorantes engañados que se creen instruidos, unos muertos que creen votar, no deben ser tratados con miramientos. Pues el espectador ya no vive ni actúa. No experimenta situaciones, sólo contempla. Y el cine tradicional es, por otra parte, una imitación de una vida despreciable, hábil en engañar durante una hora el aburrimiento mediante el reflejo del mismo aburrimiento. Lo experimentable no puede ser representado ni interpretado. Quien siempre mira para saber la continuación, no actuará jamás y ese debe ser el espectador.

Según Marx las relaciones sociales son relaciones de cosas entre personas y relaciones sociales entre las cosas. Debord da un paso más allá en el concepto de fetichismo de la mercancía: el mundo tangible es reemplazado por una selección de imágenes. El espectáculo es una relación social mediatizada por imágenes. El mundo experimentable, tangible, es reemplazado por una serie de imágenes debidamente seleccionadas. La multiplicidad de lo real, la riqueza de lo real es suplantada por una serie de formas abstractas e idénticas. Nuestra época no sólo indica, a partir de un mandato unilateral, lo que debe ser visto sino que genera un difuso terreno de lo que no debe ser visto ni imaginado. La sociedad del espectáculo, la nuestra, está conformada por una legión de espectadores que no pueden ver.

DOS

El epígrafe al capítulo 1 de “La Sociedad del Espectáculo” es un texto de Feuerbach: Y sin duda nuestro tiempo… prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser… Lo que es sagrado para él no es sino la ilusión, así, lo que es profano es la verdad (…) la mayor ilusión es también para él lo más sagrado. El espectáculo es, para Debord, heredero de la religión. Ambos generan la separación en el individuo. Tanto uno como el otro están basados en ciertos fetichismos. Las imágenes producidas por el espectáculo y por las religiones impiden que los hombres construyan sus propias vidas cotidianas. El programa de Guy Debord fue eliminar todo aquello que separa al hombre (Estado, religión, economía) de su propia construcción como individuo.

El Estado, la religión y la conciencia, esos déspotas, me han hecho un esclavo y su libertad es mi esclavitud (Max Stirner)

La religión y el espectáculo, tomando como parámetro que la religión es un ancestro excelso de la actual sociedad espectacular, poseen la característica de que la comunicación fluye en un solo sentido: de los poderosos a los espectadores o sea, aquellos que carecen de poder.

Tanto como en la religión, en el espectáculo, el hombre como espectador, se reencuentra con todo aquello de lo que su propia vida carece. El espectáculo es la afirmación de la apariencia y la afirmación de toda vida humana, es decir, social, como simple apariencia.

Tanto en la religión como en el espectáculo, un ideal abstracto se materializa y ese fragmento se propone como totalidad. Mediante la manipulación de ciertas imágenes y símbolos se impone ese ideal abstracto. El despotismo del fragmento que se impone como pseudosaber de una congelada visión totalitaria.

El retroceso del pensamiento racional, tan evidente y tan deliberadamente buscado en el espectáculo, hace que se tache de magia negra y de pacto con las oscuras fuerzas de los gurús, del vudú y demás a toda práctica que se mantenga al margen de la magia oficial organizada por el Estado.

Tanto el espectáculo, a partir de la sucesión de imágenes y la mediación de estas en las relaciones entre los individuos, como la religión, con su catarata de símbolos abstractos, manifiestan la esencia de todo sistema que se postule como totalizador: el empobrecimiento y la negación de la vida real. La vida, en el espectáculo y en la religión, está en otra parte: en un más allá o en la pantalla del televisor, da lo mismo. El espectáculo y la religión son la expresión de la separación y de la alienación entre el hombre y el hombre.

El espectáculo genera la ilusión del encuentro. Otra vez: atravesamos una época en la cual cada individuo se siente, ilusoriamente, comunicado y en contacto con sus semejantes. Paradójicamente, la sociedad actual está sometida a un régimen de perdida de la facultad de encuentro. Se da un hecho social alucinatorio: la falsa conciencia del encuentro. Una misa celebrada alrededor de cientos de ordenadores, teléfonos celulares y pantallas. Ya nadie puede ser reconocido por los demás, en tanto experiencia y por lo tanto cada individuo es incapaz de reconocer su propia realidad que se ha tornado ilusoria. La eliminación del límite entre lo experimentable y su falsificación que erige la ausencia del mundo rechaza toda vivencia real e instaura la verdad de la apariencia. La separación ha triunfado.

TRES

En la sociedad espectacular la falta de experimentación se da, incluso, en las formas de dominio o en el sufrimiento de las formas de control. El control y el castigo a los cuerpos se tornan, progresivamente, secundarios. En la sociedad audiovisual del espectáculo se regulan opiniones a partir de las imágenes y se controla mediante mecanismos audiovisuales. Y es el espectáculo el que ejerce ese totalitarismo visual. Así como el nazismo se asocia a los campos de concentración y el stalinismo a una burocracia que domina a una clase obrera a la cual supuestamente representa, en el espectáculo la cámara de vigilancia es la gran metáfora. El panóptico se ha diversificado y no posee como condición que los hombres estén encerrados en prisiones. Hay cámaras de vigilancia por todos lados y allí donde no hay siempre es muy útil un camarógrafo de un canal de noticias. Los medios masivos de comunicación y los elementos de control audiovisuales son la verdadera policía de la sociedad espectacular.

El diseño que aceptamos como “realidad” ha sido impuesto por la fuerza que domina este planeta, una fuerza esencialmente orientada hacia el dominio absoluto. (William Burroughs)

La sociedad espectacular no deja nada librado al azar en su mecanismo de absoluto dominio: en cada rincón del planeta define el programa de una clase dirigente y preside su constitución. Así como presenta los pseudobienes que se deben codiciar ofrece a los revolucionarios locales los falsos modelos de revolución. Hay luchas por todos lados, pero en general y en última instancia se trata de rebeliones a favor de la conservación de un orden ya dado, esto siempre y cuando no se trate de conspiraciones para instaurar regimenes locales aún más opresores. Una de las últimas grandes puestas de la sociedad del espectáculo es la del terrorismo: ha sido montado para que el Estado democrático aparezca como un mal menor. La sociedad espectacular vende revoluciones así como hamburguesas vende Mc Donalds.

Los servicios secretos de la sociedad espectacular son un eje central de la misma. Nada de infiltraciones en ciertos grupos, largos pilotos, pipas o sesudas investigaciones. Operan desde oficinas conectados a fax, modems, computadoras y cámaras. Difunden constantemente información, debidamente seleccionada, sobre cada uno de los aspectos de la vida. El espectador, frente a su pantalla, observa la “realidad” disparada desde los medios. Aquí se aúnan lo mediático y lo policíaco.

Toda afirmación de los mass media se convierte en verdad con tal que se repita dos o tres veces. Aquello de lo que el espectáculo, por otro lado, no habla o puede dejar de hablar durante algunos días, es como si no existiese. Esto es tan fácil de comprobar con sólo rastrear durante un par de meses las informaciones de un diario o un canal argentino. El pasado, inclusive, se remodela sin pudores. Ciertos personajes, por ejemplo, reaparecen, impunemente, en la sociedad espectacular, haciendo caso omiso a un pasado impresentable. Las personas admirables en las que se personifica el sistema son bien conocidas por no ser lo que son; han llegado a ser grandes hombres descendiendo por debajo de la realidad de la más mezquina vida individual, y todo el mundo lo sabe. Es que la sociedad espectacular necesita abolir el pasado, es su condición para presentarse como la única opción posible. Y si algún memorioso subversivo osa alzar la voz siempre está a mano la argucia de la desinformación y el recurso a los tribunales democráticos para que rediman esa injuria.

De todos modos, el aspecto de los mass media, para Guy Debord, es la manifestación más vulgar y superficial de la sociedad del espectáculo. El problema es que los medios de comunicación masiva expresan, en modo obsceno, la estructura social de la que forman parte. La contemplación, por parte de los espectadores, de imágenes elegidas por otros, sustituye la experiencia y determinan el accionar real de esos sujetos sociales. Los medios de comunicación masiva son tan vulgares como los policías uniformados. Es decir: son policías.

Lo que motoriza a la sociedad espectacular, además del consumo de imágenes, es el consumo de pseudo bienes. El fetichismo de la mercancía ha alcanzado ribetes exacerbados. La metáfora de la felicidad de la sociedad espectacular es el consumo. Cada nuevo producto es presentado como la gran necesidad. Cada nuevo producto es presentado como el éxtasis, la tierra prometida finalmente alcanzada. Tal producto puede ser un avance tecnológico, una remera o el político de turno. El inconveniente es que el objeto que era prestigioso en el espectáculo se vuelve vulgar en el momento en que entra en casa de tal o cual consumidor, al mismo tiempo que en casa de todos los demás. Con los políticos, por caso, ocurre lo mismo: se tornan vulgares una vez acabado el proselitismo y han asumido sus, por llamarlas de alguna manera, funciones.

La sociedad espectacular debe abolir, siempre, y para perpetuarse, la memoria histórica. El espectáculo debe continuar. Tanto Stalin como la mercancía que pasa de moda son denunciados por los mismos que lo impusieron. Cada nueva mentira de la publicidad es también la confesión de su mentira precedente. Cada derrumbe de una figura del poder totalitario revela que su aprobación unánime provenía de una comunidad ilusoria, la cual no era más que un conglomerado de soledades sin ilusiones.

CUATRO

Según Debord, el espectáculo somete a los hombres en la medida en que la economía los ha sometido totalmente. En ese sentido, detecta dos etapas en la dominación de la economía sobre la vida social: la primera de ellas consistió en una degradación del ser en tener. La segunda etapa, la de la sociedad espectacular, conduce a un deslizamiento generalizado del tener en parecer. Y agrega: Al mismo tiempo, toda realidad individual se ha vuelto social, directamente dependiente del poder social, moldeada por él. En la actualidad, esa degradación se ha exacerbado. Ese parecer se ha profundizado en un (a)parecer virtual, una construcción de cierta imagen supuestamente personal, una apariencia vinculada a otras diversas apariencias en una red social en la cual lo vivencial y experimentable ha sido dejado, definitivamente, de lado.

Cuanto más se contempla menos se vive, cuanto más acepta reconocerse uno en las imágenes dominantes menos comprende sus propios deseos. Y estamos en la apoteosis de la sociedad de la mirada, el absoluto monopolio del sentido visual. La vista es el sentido preponderante en la sociedad espectacular. Nos conectamos por el sentido de la vista: fotologs, Webs cam, pantallas encendidas en los hogares como si fueran el centro de ese espacio. Paralelamente a la efimerización del trabajo y a la inmaterialidad de los bienes, la cibercultura conlleva el desvanecimiento del cuerpo humano, ha escrito Mark Dery en “Velocidad de escape”. La victoria definitiva del espectáculo radica en que nada parece real hasta que aparece en el espectáculo. Lo verdadero, lo vivencial, en el espectáculo, al no aparecer, ha adquirido la categoría de lo falso. La inversión ha sido definitivamente consumada.

Habitamos un mundo virtualizado. Ballard: vivimos en un mundo gobernado por ficciones de todo tipo: fotografías retocadas digitalmente, famosos reconstruidos quirúrgicamente, simulaciones de ordenador, montajes fotográficos, estrellas de pop que samplean y mueven sus labios al ritmo de la canción, sustitutos sintéticos de comida. El surrealismo de todo ello hace que parezca que el subconsciente ha escapado a la luz del día, como si el mundo de la vigilia hubiese sido invadido por las tinieblas. En “Crash”, libro del citado Ballard, el narrador confiesa que su accidente automovilístico fue la única experiencia real que había tenido en años.

CINCO

El tiempo, en la economía capitalista, adquiere una nueva categoría, diferente al de épocas anteriores. Es un tiempo cuyos momentos son todos absolutamente iguales y se distingue por la noción de cantidad. En el capitalismo el tiempo se ha convertido en una mercancía. Siempre regulado por el tiempo laboral, el espectáculo ha creado la organización de pseudoacontecimientos, la organización de paquetes de tiempo supuestamente interesantes, rige el tiempo miserable de las vacaciones, tiempo que como toda mercancía en la sociedad espectacular es aguardado como la panacea y pierde su espesor apenas comienza. Cabe agregar, claro, que los poderosos, por ejemplo, no tiene vacaciones: su vida es una interminable vacación.

El tiempo consumible espectacular es un tiempo de consumo de imágenes. El espectáculo vende los momentos de ocio, debidamente regulados, así como la publicidad presenta las nuevas mercancías. Esos momentos de ocio, entre ellos las vacaciones, son presentados como algo obligatoriamente deseable, como toda mercancía presentada por la sociedad espectacular. Son esos retazos de tiempo que se deben esperar, sí o sí. Es en ellos donde la sociedad espectacular hace su mayor despliegue. La realidad del tiempo ha sido reemplazada por la publicidad del tiempo.

La conciencia espectacular ya no conoce su vida como un tránsito hacia su realización y su muerte. Quien ha renunciado ha vivir su vida ya no debe confesarse su muerte. La publicidad de los seguros de vida le insinúa, solamente que es culpable de morir sin haber asegurado la regulación del sistema después de esta pérdida económica.

El espectáculo debe negar la historia pues se presenta como la única opción posible, y debe negarla porque la historia indica que todo es proceso, que nada es ley ni definitivo. El espectáculo es el dominio de un eterno presente que pretende ser la última palabra de la historia. El espectáculo destruye todo espesor histórico para así destruir todo pasado distinto de sí mismo.

Siempre he tenido una sensación muy viva del paso del tiempo, me atraía como a otros los atrae el vacío o el agua.

La pérdida de ese espesor histórico no deja a los hombres más opción que contemplar el decurso inalterable de la sociedad espectacular. Eliminando el pasado se elimina toda opción de comparar el espectáculo con opciones sociales anteriores. El espectáculo es el discurso ininterrumpido del orden actual sobre sí mismo, su monólogo elogioso.

SEIS

La sociedad espectacular acondiciona el territorio y el tiempo ofreciendo diversas posibilidades, solamente en apariencia. Los individuos, sin embargo, están estrictamente obligados a residir en un espacio único: el mismo circuito de domicilios, oficinas, autopistas, vacaciones y aeropuertos siempre idénticos.

En la sociedad capitalista, las modernas formas de producción habían aglutinado, peligrosamente, a los trabajadores. Lograr la separación de los individuos fue una de las tareas del urbanismo, especialmente del así llamado movimiento moderno, tan difundido en los claustros universitarios. En una primera etapa se tomaron las necesarias medidas para mantener el orden en las calles y, progresivamente, se realizaron elogiadas reformas urbanísticas que culminaron con la supresión de la calle.

La sociedad espectacular ha procedido a la destrucción del medio urbano. El diseño urbanístico espectacular indica el grado de separación que dicha sociedad planifica. La dictadura del automóvil ha generado la aparición de autopistas que disgregan, definitivamente, el entorno urbano. Dichas autopistas conectan diversos centros: barrios cerrados, lugares de trabajo, zonas de vacaciones y centros comerciales, no lugares de consumo frenético y alocado. El diseño urbano del espectáculo es un digno mapa de la separación que, definitivamente, ha triunfado. La planificación urbana es una geología de la mentira.

La separación iniciada por el urbanismo espectacular es completada por los medios de comunicación masivos. El control se torna mucho más eficaz. Se organiza un circuito: vivienda – autopista – trabajo – autopista – centro de consumo – vivienda. Allí uno se conecta al ordenador o enciende el televisor y siente estar comunicado o informado a partir del consumo de imágenes. Nunca hemos estado tan separados. Es la producción circular de aislamiento. El automóvil, la televisión, la computadora, todos los bienes ofrecidos por el sistema espectacular son también las armas que permiten reforzar de modo constante las condiciones de aislamiento de las muchedumbres solitarias.

En los supermercados, los rascacielos y los lugares de vacaciones se hace evidente que la verdadera dicotomía moderna se sitúa entre organizadores y organizados, la misma oposición que entre actores y espectadores, fundamental para el espectáculo.

Los miembros de la Internacional Situacionista, grupo vanguardistas liderado por Guy Debord, estudiaban la psicogeografía: observación sistemática de los efectos que los diversos ambientes urbanos producen en el estado de ánimo. La exploración urbana se realiza mediante la técnica de la derive, paseos en los cuales los situacionistas se dejan llevar por las calles, vagando. La solución indicada por los situacionistas es el urbanismo unitario: una organización de ambientes verdaderamente humanos que no sólo permitan expresar sensaciones sino suscitar situaciones nuevas, permanentemente.

SIETE

El situacionismo no existe, afirmaban los situacionistas. Esto indicaba que lo que intentaron fue definir una postura, no una ideología pues Guy Debord y los otros miembros del grupo consideraban a todas las ideologías como alienaciones, un deseo de poder que se instalaba para ejercer poder sobre el resto de los individuos, una transformación de la subjetividad en objetividad, voluntad abstracta de lo universal.

Las palabras reforzadas por el sufijo “ismo” delatan una peculiar pretensión, una voluntariosa tendencia, a veces una hostilidad anticipada. Son palabras con destino a sectarios, a gentes que sólo han leído “un” libro, a los que “han jurado sus banderas y permanecen incondicionalmente fieles a la causa” (Ernst Jünger)

Para Debord, las ideologías son intentos para que un pensamiento se convierta en la verdad total universal. Es despotismo del fragmento que se impone como pseudosaber de una congelada visión totalitaria. Ese despotismo, en la sociedad actual, se realiza a través del espectáculo que expone, hasta la exasperación, la base de todo sistema ideológico, esto es: la separación entre el hombre y el hombre, el empobrecimiento y la negación de la vida real.

El espectáculo es la eliminación de límites entre lo verdadero y lo falso, entre lo real y la imagen. Se rechaza lo vivencial en un reino de falsedad creado a partir de la organización de la apariencia. En un mundo así, el yo es destruido, se diluye en la imagen falsa de un mundo. El que soporta pasivamente su suerte cotidianamente extraña, es empujado entonces hacia una locura que le ofrece una reacción ilusoria ante esa suerte, recurriendo a técnicas mágicas. El reconocimiento de las mercancías y su consumo ocupan el centro de esta pseudorrespuesta a una comunicación sin respuestas. Una experiencia religiosa.

No hay mayor locura que la organización actual de la vida.

OCHO

Había que echarlo abajo todo. Y semejante programa no contenía más promesa que la de una autonomía sin freno y sin regla.

Esta era, en esencia, la propuesta de la Internacional Situacionista. El Grial por ellos buscado era el de la formula para destruir el mundo dominado por el espectáculo. Y construir uno nuevo, no gobernado por la mercancía, la imagen y el espectáculo, sino por la creatividad vivencial generalizada.

Se debían crear situaciones en la ambición de que la vida cotidiana se transformara en un hecho artístico. En este sentido, el situacionismo, comandado por Debord, abrevaba en Lautreamont, el dadaísmo y en la vivencia transformada en arte de la biografía de Arthur Cravan.

Nuestra intención no fue otra que la de hacer aparecer en la práctica una línea divisoria entre los que quieren más de lo que existe y los que ya no quieren más.

El origen de todas las separaciones que anidan en la sociedad tiene su origen en la primera de las separaciones: la del Poder. Una de esas esferas separadas es la cultura: su función fue la de representar la unidad perdida. En la sociedad espectacular, reino de lo separado, entonces, la cultura debe ponerse en duda a sí misma. En cuanto se le otorga la función de representar la imagen de aquello que falta, la cultura y el arte deben negarse como esfera separada encargada únicamente de ser la imagen de lo que falta y autodestruirse. Este arte es forzosamente de vanguardia y no es. Su vanguardia es su desaparición.

Los situacionistas pusieron en práctica dos medios para cuestionar al mundo espectacular y, a la vez, buscar uno nuevo en continuo movimiento. Uno de los medios era la dérive: ir sin rumbo por las calles en búsqueda de signos e imágenes que provocaran atracción o rechazo. La fórmula para trastocar el mundo no la buscábamos en los libros, sino vagando. El segundo de esos procedimientos es el détournement, tomar imágenes y hechos estéticos ya existentes y utilizarlos en un nuevo contexto de creación propia. Así, las imágenes generan nuevas asociaciones. Si en su película “Aullidos a favor de Sade”, Debord privaba al espectador de imágenes, en su película “In girum imus nocte et consumimur igni” toma escenas de películas ya filmadas, las roba y las monta acompañándolas con el texto. Las asociaciones provocadas son absolutamente nuevas, los sentidos que se generan son otros, las imágenes robadas al cine espectacular son utilizadas, en combinación con el texto, para discurrir en contra de ese cine y hacer una crítica a la sociedad espectacular que genera a ese cine espectacular. Esas películas de ficción robadas, que son ajenas a la mía pero que han sido trasladadas a ella, se encargan, sea cual sea su sentido anterior, de representar, por el contrario, la inversión de la “inversión artística de la vida”.

El objetivo del détournement es, para Guy Debord, además de tratarse de un poderoso medio de propaganda, lograr un mecanismo cultural al servicio de una bien entendida lucha de clases. Una verdadera herramienta artística proletaria.

Luego de los acontecimientos de Mayo del 68, se difundió el rumor de que Debord permanecía oculto, apoyando ciertas causas terroristas, cuando ciertamente siempre estuvo al margen de lo que él mismo denominó, de una vez y para siempre, espectáculo. La sencilla verdad, acaso más penosa para los aficionados y los caciques del actual espectáculo social, es que en toda mi vida jamás he aparecido en ninguna parte. Debord vivía en secreto y quien así lo hace es tomado por un clandestino y un clandestino, progresivamente, será tomado como un terrorista. Sin embargo, Guy Debord decidió prestar su imagen a la sociedad espectacular luego del asesinato de su editor, Gerard Lebovici, crimen en el cual los medios intentaron, en mayor o menor grado, involucrarlo. Por lo tanto y respondiendo al fracaso de las investigaciones periodísticas que intentaban encontrar la fotografía más actual de Debord (corría 1984), él mismo publicó una en su libro titulado, justamente, “Consideraciones sobre el asesinato de Gérard Lebovici”. Una verdadera inversión de la manipulación de la imagen de Trotsky comentada en el inicio de esta nota.

Guy Debord vivió al costado de la sociedad, absteniéndose de participar en ese mundo espectacular que había criticado, siendo como era un pensador conciente de las imágenes que dominan a la sociedad actual. He vivido, en suma, en todas partes, excepto entre los intelectuales de esta época. Lo cual es natural, ya que los desprecio; ¿a quién que conozca sus obras completas le extrañaría? Guy Debord, en su tarea de provocar la bancarrota de la sociedad espectacular dirigió diversas revistas, escribió un par de libros fundamentales, filmó seis películas, llevó la gasolina cuando se provocó el fuego de Mayo del 68 y organizó la Internacional Situacionista, la última vanguardia de nuestra época. Aunque he leído mucho, es más lo que bebí. He escrito mucho menos que la mayoría de los que escriben; pero en comparación con los que beben, he bebido mucho más. Puedo incluirme entre aquellos de quienes Baltasar Gracián (…) pudo alguna vez decir: “Existen aquellos que sólo han bebido una vez, pero hacerlo les ha llevado la vida entera”

A RETOMAR DESDE EL PRINCIPIO